miércoles, 29 de julio de 2009

Se hace hincapié en que crisis equivale en ciertos idiomas a cambio, pero se soslaya el orden invertido de esta ecuación, cambio equivale a crisis.
Cambiar es entrar en crisis con los valores viejos. Cuando uno se dispone a cambiar voluntariamente debe estar listo para recibir las crisis que aflorarán como hongos después de la lluvia. El que espera que suceda algo mágico, algo cinematográfico que cambie su vida en un abrir y cerrar de ojos está esperando un imposible. Cambiar, cambiar de raíz, cambiar sustancialmente de vida (de una precaria e incompleta hacia una plenamente sentida y ejercida) trae consigo una gran crisis, un replanteo de todo. Si eso no es tenido en cuenta -el hecho de la crisis necesaria para cambiar- se puede rápidamente caer en la angustia y la desesperación, pensando que tal estado de oscuridad y confusión durará por siempre. La crisis es un período, es una transición de lo viejo a lo nuevo, es recambio, es purificación, la crisis es dejar la piel antigua para que reluzca una nueva.
Cambiar significa entrar en crisis. El que lo sepa, que se aventure.

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